26 julio, 2008

Huehuetlahtolli

Ayer aprendimos la sonora palabra «huehuetlahtolli» en la colección de estudios que ha publicado Roxana Recio: Traducción y humanismo: Panorama de un desarrollo cultural (Soria: Vertere. Monográficos de la revista Hermeneus, 2007). Es náhuatl y está compuesta de huehue (viejo, en el sentido de antiguo) y tlahtolli (palabra, discurso, relato, refrán, amonestación), así que su traducción literal sería «antigua palabra». Quizá sea más adecuado traducirla por «la palabra –o el testimonio– de los ancianos» porque designa unos textos didácticos simples –aunque de una poesía directa, hermosa y cuajada de delicadas metáforas– con que se adoctrinaba a los jóvenes y se les enseñaban los principios morales de la civilización. Así lo explica el trabajo de Librado Silva Galeana, «Los huehuetlahtolli recogidos por fray Andrés de Olmos, publicados después por fray Juan Bautista. Algunas dificultades que presentó su traducción» (págs. 173-185 del libro citado).
Don Andrés, notario azteca: Techialoyan land records, en Nahuatl (s. XVII)
En estos textos se encuentra lo poco que nos ha quedado de la cultura de los antiguos mexicanos. En las recopilaciones que han sobrevivido vemos los esfuerzos de la última generación precolombina esmerándose en dejar constancia del viejo saber cuando ya había ocurrido la aniquilación de su mundo y se hacía presente la imposición del de los conquistadores.
Desde aquí, lejos en tiempo y espacio, creeemos que los viejos náhuatl también son «nuestros mayores». Lo empezaron a ser en el mismo momento en que España llegó allá y se mezclaron los pueblos, y su palabra debe ser escuchada con la misma atención que dedicamos a nuestros antepasados europeos. En los estudios universitarios españoles, desgraciadamente, se tiende a ignorar por completo estos temas. Después de la gran operación publicitaria y grotesca que montó el estado español alrededor de las celebraciones del Quinto Centenario, en 1992, hemos caído en el desprecio más absoluto hacia la cultura americana (siempre hay pequeñas excepciones, claro está). Sin duda, lo que mejor pervive son los escritos críticos, a veces furiosamente atrabiliarios, que dedicó Rafael Sánchez Ferlosio a aquellos festejos y a la relación española con América.

Y ahora nos mueve a escribir estas líneas el estremecimiento sufrido hoy al ver la ambigua lección de historia perpetrada por Mel Gibson en su film Apocalypto. Es especialmente irritante porque con los medios de que ha dispuesto y los temas que apunta podría haber resultado una película muy valiosa. Nos ha gustado oír los diálogos en maya, pero estas espectaculares simplificaciones de la historia crean tópicos como garrapatas en la mente de la mayoría de espectadores, y luego ya no es posible matizar nada.


Diego Rivera (1886-1957): «La Creación». Ilustración para el Popol Vuh, ca. 1931

Bien. Buscaremos este libro: Fray Juan Bautista Viseo, Huehuetlahtolli: testimonio de la antigua palabra. Ed. Miguel León-Portilla. Trad. Librado Silva Galeana. México: Comisión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, 1988 (y México: Fondo de Cultura Económica, 1991).

23 julio, 2008

Las tejas del Claustro de San Buenaventura

Es una especie de acertijo o reto, y lo hace difícil la falta de datos. Pero también es una bonita historia. En los voladizos de los tejados de las casas de campo mallorquinas era habitual encontrar tejas pintadas. Su origen es medieval y poco más se sabe acerca de su procedencia ni de cuándo exactamente llegó este uso a Mallorca. Parece que su presencia se extendió desde los predios y casas de la montaña hacia toda la isla. El valle de Sóller guarda aún bastantes ejemplos. También se encuentran en Muro, Binissalem, Esporles, Sancelles... Su carácter es siempre popular, muy simple y con alguna función apotropaica o profiláctica, protectora de la cubierta de la casa y de sus habitantes. Por supuesto, se las encuentra también en lugares muy alejados de Mallorca, como se ve en este precioso ejemplo de Chuquinga, Peru.

Guillem Rosselló Bordoy acaba de publicar un curioso libro: Les teules del claustre, donde da cuenta del hallazgo de una serie de tejas pintadas, éstas de carácter culto y del siglo XVII, en el Convent de Sant Bonaventura de Llucmajor. Son en concreto 134 tejas, una pequeña parte de todas las tejas decoradas que componían el voladizo completo, las cuatro aguas, del claustro de aquel convento franciscano. Todas las tejas de aquel voladizo estaban pintadas y formaban un texto. Así, el acertijo al que me refería al principio es reconstruir la frase que podía leerse. Las escasas tejas supervivientes están desordenadas porque ya habían sido reutilizadas en varias reformas del edificio, y de las 134 que hoy nos quedan solo nos son útiles las 64 que contienen una letra claramente legible. Todavía hay 19 más de lectura dudosa. Se ha calculado que entre los cuatro tramos de tejado sumarían alrededor de 280 tejas. Con estos números deberíamos buscar la frase bíblica, jaculatoria o sentencia franciscana que enmarcaba el cielo del claustro. Quizá con la ayuda de algún potente programa informático, pero más probablemente con el apoyo de una fuente documental complementaria, encontraremos algún día la solución. De momento, vale como reto. Por si alguien quiere acometerlo, estos son los datos crudos:

Letra A .......... 3
Letra B .......... 2
Letra C .......... 3
Letra D .......... 2
Letra E .......... 10
Letra G .......... 1
Letra I ........... 11
Letra L .......... 1
Letra M ........ 4
Letra N ......... 6
Letra O ......... 4
Letra Q .......... 1
Letra R .......... 2
Letra S .......... 2
Letra T .......... 3
Letra V (U) .... 5
Letra X .......... 1

Hay más informaciones e hipótesis en el libro que comentamos (del que hemos extraído las dos imágenes que aquí veis), pero poco añaden para la averiguación de la frase. A ver si alguno de nuestros lectores especialmente sabio en usos y costumbres franciscanos es capaz de dar con ella.