11 agosto, 2011

Hechos, relatos

Esta foto la tomó Wim Wenders en Berlín, en el Scheunenviertel [barrio de los graneros] en 1992. El papel pegado al muro dice: «Ach was! Halb so schlimm» [¡Bah! No es para tanto]


El historiador obviamente no estudia el pasado, sino datos presentes con que lo imagina. Llamamos historiador al hombre capaz de hallar huellas en los objetos. Ante esta imagen nos preguntamos qué huellas han hallado tanto el que embadurnó de rojo todos y cada uno de los agujeros de bala del muro, como el que luego fijó el odioso cartel con el comentario en sentido inverso. Han tropezado con los hechos. Más bien se limitaban ambos a subrayar aspectos de su propio pasado. En cambio, la labor del fotógrafo, desde su descubrimiento casual —pero hay que andar con los ojos afilados para verlo— de ese diálogo lábil, efímero, que mañana no estará, y su voluntad de fijarlo en un soporte nuevo donde aquellos puros énfasis aplicados a un hecho, meros marcos enaltecedores de un objeto muerto, pasarán a convertirse en presente, eso se acerca más al trabajo del historiador: dar a ver en el pasado y en el hecho crudo las huellas del presente. Huellas inestables, contradictorias. Marcadas generalmente con dolor. También con el dolor futuro. Aquí, en este punto, pensamos que lo más importante es ser extremadamente respetuoso con la sangre sobre la que se edifica la historia. La historia honesta exige la conversión de los hechos en relato. Lo que somos depende de la calidad de este relato. Y viceversa.

«Nuestro examen de la relación del historiador con los hechos históricos nos coloca, por tanto, en una situación visiblemente precaria, haciéndonos navegar sutilmente entre el Escila de una insostenible teoría de la historia como compilación objetiva de hechos, de una injustificada primacía del hecho sobre la interpretación, y el Caribdis de otra teoría igualmente insostenible de la historia como producto subjetivo de la mente del historiador, quien fija los hechos históricos y los domina merced al proceso interpretativo; entre una noción de la historia con centro de gravedad en el pasado, y otra con centro de gravedad en el presente. Pero nuestra situación es menos precaria de lo que parece [...] La espinosa tarea que incumbe al historiador es la de reflexionar acerca de la naturaleza del hombre. El hombre, salvo acaso en su más prístina infancia y en su más avanzada vejez, no está del todo absorbido por el mundo que le rodea, ni incondicionalmente sometido a él. Por otra parte, nunca es del todo independiente de él, ni lo domina incondicionalmente. La relación del hombre con el mundo circundante es la relación del historiador con su tema. El historiador no es el humilde siervo ni el tiránico dueño de sus datos. La relación entre el historiador y sus datos es de igualdad, de intercambio.» (Edward Hallett Carr, ¿Qué es la Historia?, Barcelona: Seix Barral, 1973, 39).

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