21 septiembre, 2011

Amistad



En nuestra infancia, al acercarse las fiestas más importantes de Hungría, el 7 de noviembre y el 4 de abril —ésta última, la liberación por el Ejército Rojo— los periódicos publicaban repetidamente los lemas sugeridos para el desfile de la celebración. Así, los responsables de la decoración de la fábrica podían preparar con tiempo los carteles exponiendo las líneas del partido. Las consignas cambiaban sutilmente de año en año, siguiendo las tácticas ideológicas –¡pero cuántas diferencias escondían estas sutilezas para un oído refinado!— Con todo, una declaración fija era la «amistad eterna e inquebrantable», bien entre nuestra patria y la Unión Soviética, bien entre los países del llamado campo de la paz.

Desde entonces muchas cosas que se creían irrompibles demostraron su fragilidad, y después de romperse nos encontramos con su garantía caducada, tanto en el Este como en el Oeste. Pero no fue exactamente igual en algunas tierras de nadie entre ambos polos, como Ucrania, que después de aquella efímera floración naranja sigue aún soñando en su letargo.


En el mapa de Lwów, en el extremo sur de la larga Plaza de la Libertad, detrás de la columna de la Virgen restituida donde hasta ahora había una estatua de Lenin, pueden verse claramente los letreros de la librería más grande de la ciudad anunciando sus productos en varios idiomas. Además de ucraniano, están en francés y también en polaco. Tal vez sea el único letrero post-1945 en polaco de toda Lwów. Nos sorprendió el internacionalismo, tan inusual en Ucrania. Pues bien, se podría pensar, después de todo ha habido una cierta apertura en este país, y dónde verla mejor que en el templo del espíritu.


Además, si nos acercamos al edificio desde la vieja calle de la judería —en el mapa marcada como Староеврейская—, la sorpresa aumenta al encontrar un letrero en húngaro. ¿A quién se dirige? ¿Quizá a las ciento cincuenta mil personas que integran la fuerte minoría étnica húngara en la región occidental de Subcarpacia? Sería extraño. Después de todo, no hemos visto tantas atenciones ni siquiera en Ungvar / Uzhgorod, el centro de su región. Bien, parece pues que Lwów ha conservado su espíritu cosmopolita, aunque no así sus nacionalidades.


Pero la verdadera sorpresa nos esperaba en la tienda. Allí nos dan la bienvenida los escudos de varias naciones, escudos caídos en desuso en sus propios países desde, por lo menos, veinte años atrás.




Escudos de armas socialistas, húngaro, checo y rumano pre-1989

La dependienta, que también parece llevar de pie detrás del mostrador desde hace veinte años, al ver nuestra curiosidad nos explicó que en aquel tiempo la librería se llamaba Amistad, y que fue entonces cuando colocaron los escudos de todos los países socialistas, y los letreros en sus idiomas correspondientes —además de en francés, tal vez como signo de apertura de espíritu. Y así se quedó para siempre, pues desde hace veinte años no se ha encontrado dinero para renovar la decoración de la tienda.

No sabemos si esta amistad, que ha demostrado hasta ahora ser irrompible, será también eterna. Nos tememos que no. Sin embargo, sí ha demostrado lo que Cicerón consideró como una de las principales pruebas de la verdadera amistad: mantenerse más allá de la tumba.

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