28 diciembre, 2011

Hidrociclo



Hace ahora cien años, en Nochebuena de 1911, el semanario milanés Letture della Domenica. Settimanale Illustrato daba la noticia de que por fin, tras muchos intentos fallidos, gracias al ingenio de unos hermanos turineses era posible cruzar cualquier río o lago sin apearse de la bicicleta. Nos sorprende que la noticia se diera a conocer en fechas tan frías a orillas del Po. Obviamente, dada la importancia de su logro tecnológico, los hermanos Bosio no pudieron esperar hasta la llegada del buen tiempo para difundir la buena nueva.

«El hecho de transformar una bicicleta común en una motonáutica flotante y que navegara sobre el agua, de modo que el ciclista, tras haber recorrido nuestras calles principales, pudiera también atravesar un río o un lago, ha tentado a muchos mecánicos experimentados sin que ninguno consiguiera vencer en la práctica las dificultades reales del pedaleo en las demasiado móviles pistas acuáticas.
  Sin embargo, la brillante victoria, porque así se ha demostrado, la han conseguido dos geniales pero modestos trabajadores turineses, los hermanos Bosio.
  El aparato consta de tres flotadores fijados a la bicicleta con sus respectivos tubos y tirantes de acero; el primero bajo la rueda delantera tiene la función de timón; los otros dos, a los lados de la rueda posterior, están unidos entre ellos de manera que mantienen la bicicleta sobre el agua.
  La propulsión se obtiene por el pedaleo normal, que mediante una cadena pone en movimiento una hélice sumergida en el agua, bajo la rueda posterior.»

Muchas veces hemos estado en Turín y nunca hemos visto, lamentablemente, ninguno de los artilugios de los hermanos Bosio, ni Po arriba ni Po abajo.

26 diciembre, 2011

Una feliz Navidad



Probablemente, la iglesia del pueblo católico árabe de Eilabun, en Galilea, sea la única del mundo cuya iconostasis ortodoxa ha sido hecha por un pintor de iconos judío, de nombre Sergei. En esta ciudad de cuatro mil habitantes —que se hizo famosa internacionalmente en 2007 cuando Hishram  Zeiq estrenó su película sobre la matanza de Eilabun, cometida por las tropas israelíes en 1948— celebran en la tarde de Navidad un desfile encabezado por la banda de los «scouts» árabes y cerrado por la de los «scouts» judíos. Fotos de Nakaryak. Vale la pena activar el vídeo al menos como música de fondo mientras veis las fotos.



24 diciembre, 2011

El frío, las anguilas, el progreso, las ratas



Plano de la Albufera de Alcúdia en 1851, tal como era antes de la intervención
civilizadora de J. F. Bateman y la Majorca Land Company.

Canal mayor de la Albufera abierto al mar por la compañía inglesa de J. F. Bateman, la
Majorca Land Company, para conseguir que el caudal de los torrentes
que desaguan en la laguna saliera al mar.

Dentro de poco, cuando a mediados de enero lleguen las fiestas de San Antonio, la Albufera de Alcúdia dará de nuevo su cuota —ya casi ínfima— de anguilas a la isla. Entrarán en las cazuelas de fideos, en los arroces, cocas y, sobre todo, con abundante pimentón picante, en las espinagades (ver vídeo) de Sant Antoni, en Sa Pobla. En el momento más frío del año, las anguilas que se han colado tierra adentro por estos canales, bordeando una costa urbanizada hasta el absurdo y tras haber hecho un inimaginable viaje órfico desde el Mar de los Sargazos, tendrán por fin el tamaño que quiere el cocinero.


En tierra, aunque sea tierra pantanosa, cada palmo se mide y tiene propietario, y los animales, anguila incluida, no pueden ser ya patrimonio del pescador cuyo territorio es el mar abierto. El payés, del mismo modo que en otoño caza los tordos desplegando los «filats» (ver vídeo) en olivares y collados, cosecha (este es el verbo que ellos usan: ver vídeo) las cestas de anguilas en el frío de enero. La albufera es tierra del campesino, no del pescador. En la albufera, junto a los pesados bueyes que chapotean en la laguna, junto a la cantidad de aves —fochas, patos reales, serretas, gallinas de agua, cigüeñuelas, lavanderas, calamones, garzas...— que van y vienen con las estaciones, están también esas anguilas y algunos otros peces que se deslizan por los canales, y que son tan del campesino, como el arroz que cultiva en sa marjal.


El espacio rico pero insalubre de la albufera, era —más o menos— una comuna hasta que llegaron «los ingleses» a mitad del siglo XIX. En aquellas fechas la Revista de Obras Públicas definía la Albufera como unos «dilatados y tétricos cañaverales en cuyas brumas se cernía la pavorosa imagen de la muerte». La albufera duplicaba por entonces su tamaño actual. El famoso ingeniero John Frederick Latrobe Bateman, «the greatest dam-builder of his generation» obtuvo la concesión de explotación de los recursos naturales a cambio de ejecutar un ambicioso proyecto de desecación y saneamiento de las aguas. Este fue el momento en que la albufera comenzó a domesticarse, aunque nunca se rentabilizó la enorme inversión realizada, sobre todo a causa de la salinización de gran parte de la zona de cultivo. Con todo, hace solo veinte años, en una buena noche de invierno aún podían recogerse —cosecharse— más de dos toneladas de anguilas.

Plano de la intervención de saneamiento y desecación de la Albufera diseñado por
J. F. Bateman y la Majorca Land Company

Tampoco quedan aquellas «rates de marjal», que solo se alimentaban de arroz y con las que se hacía en Sa Pobla un fabuloso guiso de «rates amb porros». Parece que todavía se caza alguna en la albufera de València, y se cocina allí de vez en cuando un arròs amb rates de marjal o una espardenyà «digna de un príncipe», según dictamen del novelista Vicente Blasco Ibáñez en Cañas y barro (1902).

La chimenea de la central térmica de Es Murterar asoma entre las cañas, en un
extremo de la albufera. Aprovechando el calor que genera, hace años que
funciona a su lado una piscifactoría.

En esta isla tan metódicamente destruida estamos ya condenados a las verduras transgénicas, la carne hormonada, las anguilas japonesas y cualquier otro fruto tentador del árbol del progreso.


Los trabajadores mallorquines que participaron en el faraónico empeño de desecación de la Majorca Land Company, acabaron quejándose de las condiciones impuestas y de la desproporción de la empresa. Cuando llegó el invierno, y con él amenazaban las peligrosas lluvias torrenciales, empezaron a cantar:

Ja comença a fer gotetes
i es torrent que ja se'n ve:
Mal s'endugués s'Enginyer,
es taulons i ses casetes!
Ya empiezan a caer algunas gotas
y el torrente a crecer:
¡Mal se lleve al ingeniero,
a los tablones y a las barracas!

Saliendo de la Albufera hacia Artá, y pasado Son Real, cruzamos la «possessió» de Son Serra de Marina, con sus solemnes casas hoy semiabandonadas. Pero esta es otra historia y otra devastación.

23 diciembre, 2011

La Biblioteca de Aristóteles


Biblioteca Piccolomini, en la Catedral de Siena, con los frescos de
Bernardino di Bietto di Biaggio, Pinturicchio.

E Scepsi fuerunt philosophi Socratici Erastus et Coriscus et Neleus Corisci filius, qui Aristotelem et Theophrastum audivit et sucessor fuit bibliothece Theophrasti in qua inerat aristotelica. Nam Aristoteles et bibliothecam et scholam Theophrasto reliquit, et primus fuit, ut Strabo arbitratur, qui libros congregavit et Egypti reges bibliothece ordinem docuit. Incertum plus boni an maali rebus humanis attulerit quando componendi libros nullus est finis et multorum ingenia depravata sunt que in perversa dogmata inciderunt, ob quam rem consulte agunt qui damnata volumina exurunt neque passim omnibus scribendi facultatem permittunt, ut est illud Persianum: «Scribimus indocti doctique poemata passim». Sed hodie tanta est doctorum turba ut nemo fere indoctus reperiatur ex his qui aliquid scribunt qui non doctoris nomen titulumque receperit. Theophrastus bibliothecam Neleo tradidit. Neleus eam Scepsim detulit ad homines imperitos qui libros inclusos ac negligenter compositos tenebant, cumque Athalicorum regum , sub quibus erant, studium sentirent ad instruendam Pergami bibliothecam, eos infossa quadam sub terra occuluerunt, et demum tineis et humiditate labefactos qui ex eo genere erant Apeliconi Teio tradiderunt, magno emptos argento, Aristotelicos scilicet atque Theophrasticos. Apelicon qui magis librorum esset studiosus quam sapientie, quales multos etate nostra cognovimus, volens corrosiones emendare, eos transcribendos dedit scriptura non recte suppleta, librosque edidit erroribus plenos. Continuo post Apeliconis obitum Sylla, qui Athenas cepit, ablata illius bibliotheca, eam Romam transtulit. Quo in loco Tyrannion grammaticus, cum Aristotelis amantissimus esset conciliato sibi bibliotece profecto, et librarii quidam scriptoribus utentes non bonis nec scripta conferentes, opera minus emendata ediderunt. Quodsi greca exemplaria corrupta fuerunt, quid de his putandum est que in latinum conversa sunt? Illa presertim priora que qui legunt non tam quod dicatur quam quod dici velit nosse laborant. Quippe si revivisceret Aristoteles multa sua esse negaret que nos illi attribuimus. Sed melio cum eo actum est quam cum aliis quorum opera funditus periere, et ipse causa extitit cur multa perirent qui aliorum gloriam ad se traxit. Ruet etiam ipse, quamvis magnus, neque enim verum est quod sibi aliqui persuadent: litterarum munimenta non interire. Omnia occidunt, nec litteris sua mors negata est, quamvis alie aliis plus vivant: etas cuncta aufert, nec hominis opus est quod in tempore non evanescat. (Enea Silvio Piccolomini —Pius II—, Asia, c. 1461)

De Escepsis eran los filósofos socráticos Erasto, Corisco y Neleo, hijo de Corisco, que fue alumno de Aristóteles y Teofrasto y heredero de la biblioteca de Teofrasto, en la que estaba incluida la de Aristóteles. Y es que Aristóteles le dejó a Teofrasto su biblioteca y su escuela, siendo el primero, en opinión de Estrabón, que coleccionó libros y enseñó a los reyes de Egipto a organizar la biblioteca. No está claro si causó más bien que mal al género humano, puesto que el reunir libros no tiene fin y las mentes de muchos se echan a perder cuando paran en torcidos juicios, motivo por el que actúan razonablemente quienes queman libros condenados y no dan permiso para escribir así como así a cualquiera, como dice aquel verso de Persio: «Sabios y necios escribimos poemas a cientos.» Pero hoy en día tan grande es el número de sabios, que casi no se puede hallar a necio alguno entre aquellos que escriben algo que no reciba nombre y título de sabio. Teofrasto entregó la biblioteca a Neleo. Neleo la trasladó a Escepsis, a manos de hombres inexpertos que tenían los libros encerrados y descuidadamente ordenados, y cuando llegó a sus oídos el afán de los reyes atálidas, a quienes obedecían, por levantar la biblioteca de Pérgamo, los escondieron en una fosa bajo tierra, hasta que, dañados por la polilla y la humedad, se los entregaron los de la familia a Apelicón de Teos, comprándolos por una gran suma de dinero. Lógico: eran los libros de Aristóteles y Teofrasto. Apelicón, que era más un bibliófilo que un sabio, como muchos de los que hemos conocido en nuestros días, queriendo arreglar su deterioro los mandó copiar, pero al no completar correctamente lo escrito, dejó unos libros llenos de erratas. Seguidamente, después de la muerte de Apelicón, Sila, que había conquistado Atenas, se llevó la biblioteca de aquel y la trasladó a Roma. En este lugar, el gramático Tiranión, gran admirador de Aristóteles, ganándose la amistad del director de la biblioteca, y unos editores que utilizaron malos copistas y que no colacionaban los escritos, entregaron las obras con menos correcciones todavía. Pero si los ejemplares griegos estaban corrompidos, ¿qué debemos pensar de los que se tradujeron al latín? Especialmente aquellos primeros que quien los lee no se esfuerza tanto por conocer lo que se dice como por lo que se quiere decir. Y es que si Aristóteles volviera a la vida, negaría que son suyas muchas de las cosas que le atribuimos. Pero mejor le ha ido a él que a otros cuyas obras se perdieron en su totalidad, siendo él la causa por la que se han perdido muchas al apropiarse él de la gloria de otros. Incluso él se perderá, aunque sea grande, pues no es verdad eso de lo que quieren convencerse algunos: que los monumentos de la literatura no mueren. Todo muere, y las letras no se libran de la muerte, aunque unas sobrevivan más que otras: el tiempo se lleva todo, y no hay labor humana que no se desvanezca con el paso del tiempo. (Eneas Silvio Piccolomini —Pío II—, Asia, c. 1461)

14 diciembre, 2011

Calle Rusia, 4



En esta región de Europa, si uno tiene más de noventa y nueve años, no será excepcional que haya sido ciudadano de cinco o seis países sin haberse movido de, digamos, Rimavská Sobota. Lo mismo vale, claro está, para los edificios.


La puerta de la casa da a la plaza principal de Lwów; su patios, con unos túneles ratoneros de interconexión, se abren paso al fondo hasta la calle de la Judería. El edificio medieval convertido en el siglo XVI en una casa de estilo renacentista lo compró en 1610 la familia de comerciantes armenios Wartanowicz. Allí, en las ventanas que dan al patio, dejaron inscripciones en grabar —antiguo armenio— que hasta ahora no hemos conseguido que nos las traduzcan en los foros armenios donde hemos preguntado. También dejaron encima del arco una cabeza de león con un racimo de uvas en la boca (esta foto no nos salió bien, pero habrá una próxima vez), lo que sugiere que el café polaco «Pod niebieską butelką – Під синьою фляжкою» (a la botella azul), decorado según el gusto Art Nouveau del Lemberg de la Monarquía, contempla una historia de varios siglos. Las puertas del gótico tardío alemán, los marcos armenios renacentistas de las ventanas, los pavimentos austro-húngaros, los carteles de estilo Art Nouveau polaco, los pasadizos tipo kommunalka soviéticos, los graffiti y las pegatinas ucranianas a favor de Bandera y Shukevich se superponen unos a otros y a la vez marcan claramente sus distancias. Y en la jamba derecha de las puertas, todavía, el testimonio persistente de la mezuzá.








06 diciembre, 2011

Un cementerio en Kostroma




El cementerio, al parecer, siempre ha estado aquí, pero la iglesia de ladrillo fue construida solo justo antes de la primera guerra mundial, costeada por el campesino y albañil local Polyashov, quien durante muchos años trabajó en San Petersburgo y como resultado de su labor de primera clase en la restauración del Palacio de Invierno se le concedió el título de ciudadano honorario de la capital. Se le puede ver aquí, en la ceremonia de dedicación, frente a la ventana de la iglesia construida por él, a la derecha de la mujer con el chal blanco: un elegante caballero de barba entrecana.


Fue él quien colocó una de las pocas piedras talladas del cementerio, sobre la tumba de su padre. "Крестьянин деревни Погорелово Иван Дмитриевич Поляшов" —«Ivan Dmitrievich Polyashov, campesino de Pogorelovo»— sólo eso escribió; este era el origen del que estaba orgulloso el ciudadano de San Petersburgo, el maestro de obras del Palacio de Invierno.



Muy cerca se encuentra la tumba de la hija del terrateniente local: Anna Vasilyevna murió a la edad de 22 años el 14 de agosto de 1889. Las cabezas de los dos querubines han caído pero aún están junto a la tumba. La cruz, sin embargo, fue aserrada al principio de la era soviética.



Solían poner un icono en los nichos.







La tumba de un maestro.






Un pino en la tumba, y ante la valla de madera de la sepultura, una placa de hierro fijada con dos barras: «Hier Ruht ihn [sic] Gott GEORG HAUK, 1908-1947». ¿Qué te ha traído hasta aquí, Georg, hasta la frontera norte de Rusia? ¿Alguna vez pensaste que una día yacerías en este sitio? ¿Quién podría aquí escribir un epitafio en tu idioma?




Здравствуйте, Леонид Аркадьевич. У меня к вам большая прозьба живём мы в деревне унас нет ни дороги ни телефна живём 8 пенсионеров за хлебом ходим за два километра по грязи. Леонид Аркадьевич у нас с бабушкой развалилась русская печка а сложить иё очень дорого надо две тысячи, а мы получаем 500 рублей на двоих пенсию получаем бабушка уменя инвалид мне 63 года а ей 66 лет печника нам нанять неначто вот я и прошу вас помогите пожалуйста вышлите нам денег печку нам топить нельзя вся развалилась очень прошу помогите пожалуйста мы вам будем очень благодарны в прзьбе прошу не отказать
С уважением

Подпись, обратный адрес
3 апреля 1999г
Querido Leonid Arkadevich, tengo una petición grande para usted vivimos aquí en el pueblo no hay carretera ni teléfono ocho pensionistas viven aquí para el pan tenemos que andar dos kilómetros por el barro. Leonid Arkadevich, aquí por nosotros, con la abuela, y la estufa se ha estropeado es muy caro el arreglo sería como dos mil y nosotros solo tenemos 500 rubbels [unos 18 euros] de pensión con la abuela que es una inválida y yo tengo 63 y ella 66 no hay manera de pagar por la estufa por eso le pido por favor nos ayuden a mandarnos el dinero no podemos arreglar la estufa que se ha roto les pido muy mucho que nos ayuden estaremos muy agradecidos por favor no se nieguen
Con respeto

Firma, dirección del remitente
3 de abril de 1999

Los ladrillos de la estufa todavía están allí amontonados. El pueblo se vació antes de que Rostelekom introdujera el teléfono en la zona. En el pueblo de al lado, adonde solían ir a por el pan, hay una centralita telefónica. Pero, entre tanto, también se ha despoblado.