25 agosto, 2013

El legado de Bajchisarái


Vendedor tártaro de alubias en el mercado de Bajchisarái, 1920s. Foto de Useyn (Hussein) Bodaninsky. Del archivo de fotos del museo tártaro de Bajchisarái, se vende en postales.

Cuando el kanato tártaro de Crimea, a consecuencia de la guerra ruso-turca de 1768-1774, fue anexado a Rusia, la península fue predominantemente habitada por tártaros, con barrios minoritarios griegos y armenios en las ciudades costeras. La proporción de tártaros disminuyó gradualmente en los dos siglos siguientes. Muchos de ellos –se dice que hasta la mitad– huyeron a Turquía durante las guerras ruso-turcas y después la de Crimea, mientras el gobierno empezaba a establecer en la península pobladores rusos, así como cristianos que huían de los Balcanes: búlgaros, valacos y griegos. En el siglo XIX el gobierno ruso y la Iglesia ortodoxa se esforzaron en promover el pasado cristiano griego y bizantino de la zona, y la serie de magníficos palacios aristocráticos y complejos imperiales construidos a lo largo de la costa sur, de Sebastopol a Yalta, también buscaba subrayar el carácter ruso de Crimea.

El despertar de la cultura tártara se inició en la década de 1880, gracias principalmente a Ismail Bey Gaspırali (en ruso, Gasprinsky, 1851-1914) nativo de Bajchisarái, que dedicó toda su vida a la modernización de la educación y la cultura tártaras, y a la solidaridad entre los pueblos turcos de Rusia. La influyente  revista Tercuman (Intérprete, 1883-1918), fundada por él, llegaba a todos los pueblos turcos del imperio, convirtiéndose en todas partes en la fuerza impulsora de la cultura local. En el obituario de Gaspırali, publicado en el número 202 (1915) de la revista, se leía:
«Sí, Tercuman es nuestra literatura nacional, nuestra educación nacional, el tesoro de nuestra historia nacional moderna. ¿Tenemos biblioteca pública nacional? ¿Tenemos museo público nacional? ¿Tenemos academia pública nacional? Lo que tenemos son veintitrés volúmenes de Tercuman. Este es nuestro gran tesoro nacional.»

Derecha: İsmail Bey Gaspırali. Izquierda: cartel del Molla Nasreddin periódico satírico: Gaspırali (con su Tercüman y la cartilla de tártaro moderna en la mano) se enfrenta a los enemigos del progreso.

La creación de las instituciones enumeradas en el obituario se convirtió en la tarea de la generación posterior a Gaspırali. Entre oras cosas, la fundación de un museo tártaro fue emprendida personalmente por Useyn (Hussein) Bodaninsky (1877-1938). Hijo de un maestro tártaro, él también se graduó en la Escuela Normal tártara de Simferopol, es decir, de Akmescit. Entre 1895 y 1905 estudió en Moscú, en la famosa Universidad de Arte e Industria fundada en 1825 por el barón Stroganov, luego pasó algunos años en París, llegando a ser entre 1911 y 1916 un reconocido y apreciado diseñador de interiores y decorador en San Petersburgo. En 1916 regresó a la península de Crimea donde fue nombrado director del Palacio del Kan en Bajchisarái. Aquí inauguró el museo tártaro, aún hoy presente en dicho palacio.

A principios de los años 20 Bodaninsky y sus colegas fueron los primeros en recoger materiales etnográficos e históricos tártaros de Crimea. Trabajaron con tanto ahínco como si intuyeran que no quedaba mucho tiempo. Llevaron a cabo una larga serie de excavaciones arqueológicas en las ciudades de cuevas habitadas por los tártaros en el siglo XVI y en los antiguos cementerios, y fotografiaron sistemáticamente las aldeas tradicionales tártaras, su artesanía, fiestas y costumbres. En sus fotos todavía reconocemos los rasgos principales de la Bajchisarái moderna, pero sin esas fotos no se no podría concebir ya la antigua vida de la ciudad, centro cultural de los tártaros de Crimea.

Bajchisarái, 1920s

En 1934 Bodaninsky fue relevado del museo. En los años siguientes vivió de su trabajo de decorador en Moscú y Tbilisi. Allí fue arrestado y el 17 de abril de 1938, en Simferopol, ejecutado por cargos falsos. Se desconoce la ubicación de su tumba y nunca ha sido rehabilitado. El 18 de mayo de 1944 toda la población tártara de Crimea fue deportada a Uzbekistán, donde en los dos primeros años casi la mitad de ellos murieron. Sus casas fueron ocupadas por los recién llegados de Rusia y Ucrania. De su cultura material nos queda sólo lo que Bodaninsky y sus colegas lograron recopilar en dos décadas, lo que podemos ver en estas fotos.

Curtidor, Bajchisarái, 1920s


Mujer hilando, Bajchisarái, 1920s


Tejedora, Bajchisarái, 1920s


Telar, Bajchisarái, 1920s

23 agosto, 2013

Béla Bartók: danzas populares rumanas


Béla Bartók con su fonógrafo, registrando canciones populares de campesinos eslovacos de Zobordarázs (hoy Dražovce, parte de la ciudad de Nitra, Eslovaquia, 1907

En 1909 Béla Bartók comenzó a recoger música folclórica rumana en los alrededores de Belényes / Beiuş animado por su amigo rumano y maestro de la zona János Buşiţia. Continuó el trabajo de recopilación al año siguiente, y también en los años 1912-1913, realizando varias giras en diferentes regiones rumanas de Hungría Oriental (actual Rumania). Basándose en el material recolectado compuso en 1915 la pieza para piano Danzas folclóricas rumanas, que dedicó a su amigo de Belényes. En 1917 también la arregló para orquesta, y en 1925 Zoltán Székely hizo una logradísima transcripción para violín y piano.

La pieza de sólo cinco o seis minutos de duración consiste en seis movimientos, seis danzas distintas. La 1 Jocul cu Bata (Danza del bastón) la obtuvo de dos gitanos –un violinista y un violista popular– en Mezőszabad / Voiniceni; la 2 Brâul (Danza en ruedo) y 3 Pe loc (Pisando), danza de pareja, de un gaitero de Egres / Igriş; la 4 Buciumeana (Danza de Bucium), con un tiempo de tres por cuatro, de un violinista gitano en Bucsony / Bucium; la 5 Poarga Românească (Polka rumana) de un violinista rumano en Belényes / Beiuş, al igual que la 6 Mărunţelul (Pasos cortos), danza rápida de pareja.


Cientos de versiones de la obra están disponibles en la red. La complejidad y diversidad de las estructuras rítmicas que se desarrollan dentro de una estricta base rítmica, la rápida sucesión de diferentes estilos de baile de Europa del Este unidos a otros temas más orientales, ha inspirado numerosas versiones y ha hecho que estas Danzas rumanas del compositor húngaro hayan sido sentidas como propias por distintas culturas y pueblos. Con tantas versiones se ha convertido en una especie de melodía errante, de manera similar a aquella Melodía otomana, hace tiempo escuchada, que fue adoptada por todos los pueblos desde Anatolia, atravesando los Balcanes, hasta el Mediterráneo. A continuación reunimos algunas de estas versiones.*

Bálint Vázsonyi and Oliver Colbentson

Versión original para piano, interpretada por Bálint Vázsonyi (1936-2003) con la energía que requieren las danzas originales.


Arreglo para violín y piano, con similar fuerza que la anterior, en interpretación de  Oliver Colbentson (1927-2013) y Erich Appel.

La Banda Gitana Rajkó, Budapest, 2004

The Klezmer All Star Clarinet Gang, 2006. Arreglos del mandolinista, Avi Avital

El Atem Saxophone Quartet, italiano. Civitanova, Marche, 20 Aug. 2011

El cuarteto de clarinete Macedonia

El argentino Brian Caballero al bandoneón

Liu Fang (pipa = laúd clásico chino) y Michael O’Toole (guitarra). Catedral de Waterford, 29 de Sept. 2008

Ma Xiaohui (erhu = violín clásico chino de dos cuerdas) y Tim Ovens (piano). Shanghai


El conjunto de metales italiano Ottomanìa, versión llena de soluciones originales, Roma, Palazzo Barberini, 19 de junio de 2011. (YouTube no permite colocar aquí el vídeo, puede verse en su web.)

Dos interpretaciones de niños progio del lejano oriente, de Corea (Shin Sihan, violín, Jan Hoitjink, piano) y una niña japonesa de ocho años (piano solo), ambos tocan con una sensibilidad brillante esta pieza
de una cultura tan lejana.


Y por último, una versión orquestal de la Academia de Música de Budapest, a cargo de la Orquesta Danubia dirigida por Domonkos Heja, donde antes de cada movimiento el grupo de música tradicional Muzsikás
reproduce las versiones populares originales tal como fueron registradas por Bartók. El video de arriba
contiene la versión orquestal completa, e inserta sólo los originales del tercer y sexto movimientos,
mientras que el de abajo muestra todos los originales sin la versión orquestal.


BBC News

Hace dos días una entrada nuestra fue noticia de cabecera en la sección de cultura de la BBC.



• BBC: The Ancient Origins of the Starbucks logo
• Poemas del río Wang: Entrada original / Y la misma entrada en esta Mesa revuelta

21 agosto, 2013

Mutaciones

Diosa con piernas como serpientes (quizá Mixoparthenos), oro. obra griega, mitad del s. IV a.C., procedente de Kul Oba kurgan, de aquí

Los escitas, jinetes nómadas de origen iraní (la lengua viva más próxima es la de Osetia, perteneciente al grupo oriental del nuevo persa) aparecieron alrededor del siglo séptimo antes de Cristo al norte del Mar Negro, y tras expulsar a los cimerios pronto ocuparon la región entre los Cárpatos y el Cáucaso. A finales de la Edad Media, su memoria –junto con la de los sármatas y hunos– sólo sobrevivía en oscuros mitos del origen de algunos pueblos de Europa Central. Para la Europa antigua y medieval, su nombre servía para aludir en general, y durante largo tiempo, a cualquier pueblo nómada procedente del Este (aunque al respecto tampoco la forma usada por Heródoto aclara mucho), y la versión acadia (askuza/iskuza) que llegó al hebreo bíblico como אשכנז Askenaz, significaría los judios de Europa Central en la diáspora.

Cuando aparecen, sin embargo, son «los primeros bárbaros» de la historia de Europa, los primeros pueblos nómadas de Asia descritos en detalle por fuentes occidentales, especialmente Heródoto. Las costumbres atribuidas a los escitas, también contadas por Herodoto en el cuarto libro de su Historia (como que hacían tazas con los cráneos de sus enemigos) se convirtieron con el tiempo en tópicos de la literatura antigua y medieval europea, y se encuentran por igual en las descripciones de otros pueblos nómadas del Este.

Mixoparthenos del lapidario de Kerch.
De la actual gran exposición crimea del LVR-Landesmuseum, Bonn.

Heródoto narra varios mitos del origen escita, entre ellos uno que le fue contado «por los griegos que vivían a lo largo del Ponto». La historia dice que Heracles, cuando conducía el ganado de Gerión por el territorio de la futura Escitia, perdió las yeguas de su carro al guarecerse de una tormenta de nieve. Buscándolas llegó hasta una tierra llamada Hylaia (o Tierra Boscosa), donde en una cueva se encontró con un ser conocido como Mixoparthenos, que reinaba sobre la región. En la parte superior de su cuerpo era mujer pero tenía forma de serpiente doble en la parte inferior. Aquel ser le confesó que los caballos estaban en su poder y que, a cambio de devolvérselos, el héroe tendría que dormir con ella. Heracles finalmente engendra tres hijos –Agatirso, Gelono y Escita– con Mixoparthenos y le dice que aquel que sea capaz de doblar el arco de su padre y ceñirse como él su tahalí, merecerá ser rey de la región. Lo logró el hijo menor, Escita, antepasado de los reyes de Escitia; y así los escitas «en memoria de la copa de oro que colgaba del tahalí de Heracles, todavía llevan allí pendientes sus copas».

Octavo trabajo de Heracles: capturar a los caballos comedores de hombres del rey tracio Diomedes. Moneda de Sauromates II, rey del Bósforo, s. II. Fuente.

La extraña especie de sirena de esta historia mixta, que involucra elementos griegos y orientales, se convertiría pronto, según señala Neal Ascherson, en símbolo del Reino del Bósforo, que incluye las colonias griegas de la costa norte del Mar Negro y que contiene una mezcla cultural griega-escita-tracia, y también de su capital, Pantikapaion (hoy Kerch) hasta su destrucción en el siglo cuarto. Sin embargo, Ascherson menciona una supervivencia posterior todavía más interesante de la figura de Mixoparthenos:

«Mixoparthenos sobrevivió de otra manera totalmente práctica. Se convirtió en manilla o asa. Su cuerpo delgado, curvado hacia el exterior, pero enganchado por la cabeza y las piernas de serpiente, se convirtió en un agarradero ornamental en las asas de las tazas de cerámica al horno, o remachada y soldada en los cuellos de bronce o vasijas de vidrio. Se quedó sin nombre pero siguió siendo útil mucho después de que su ciudad se hiciera cenizas y sus hijos salieran de la historia.

Ignorada, la madre de los escitas vive aún entre nosotros. El otro día, en una de las antiguas estaciones ferroviarias de los Habsburgo en Budapest, noté algo extraño al tirar de la pesada puerta doble del despacho de billetes. En mi mano, de latón desgastado y pulido por millones de viajeros había una mujer desnuda dividida por debajo del ombligo en dos serpientes enroscadas» (Neal Ascherson: El Mar Negro)


No es la de Budapest pero se le parece. Picaporte del Virginia Center for Architecture, de aquí

Hemos buscado en vano sus huellas en las estaciones de tren de Budapest, Mixoparthenos no se dejó ver. El picaporte hallado por Ascherson debe haber sido reemplazado. Pero ni siquiera así ha desaparecido sin dejar su huella. Aunque su figura se ha ido fundiendo poco a poco con la de las sirenas normales y corrientes (más precisamente, con su vieja versión de dos colas, la melusina, de la que podríamos encontrar tantos emblemas que la representan), la matriarca escita dividida en una serpiente de dos colas todavía puede ser contemplada hoy en día en lugares tan insólitos como el logo de la cadena Starbuck de cafeterías.

La sirena del logo de Starbucks se ha ido transformando poco a poco en algo más aséptico y estilizado, quizá «cursi». Ver acerca de ello el artículo del escritor natural de Odesa Michael Krakovskiy.

19 agosto, 2013

El reloj de los judíos


Contábamos hace tiempo que las columnas de pórfido rojo, hoy ennegrecidas, que flanquean la fachada oriental del baptisterio de san Juan, en Florencia, fueron llevadas hasta allá por los pisanos después de saquear Madina Mayūrqa en 1115. Es uno de los escasísimos restos que se conservan de la arquitectura religiosa musulmana de aquella hermosa ciudad que cantó Ibn al-Labbâna:
Esta ciudad le ha robado el collar a la paloma,
   y el pavón la ha vestido con sus plumas.
es como el vino el agua de sus fuentes
   y sus patios son copas.
Ciertamente, serán muy pocos quienes al acercarse a la catedral de Florencia recuerden la exótica procedencia de unas columnas tan desubicadas.


Del mismo modo, quienes se paran a mirar la fachada del ayuntamiento de Palma y ven el reloj que la preside y que hace sonar —puntualísimo— las horas en la campana que solo se atisba encima del edificio, ignoran lo que se cuenta de su origen: una de las leyendas más curiosas entre las muchas relativas a los judíos que se establecieron en Mallorca:
Post destructionem Hierusalem, tempore Helii Adriani […] Quo tempore omnes maiores rabini iudeorum docti in Legi mosayca appicuerunt cum suo navigio Maioricis cum horologio quod tenebant Hierosolimis, quod est hodie in turri Maioricarum que dicitur Horarum, quam post conquistam Maioricarum per regem Jacobum effectam christiani edificaverunt iungendo et campanam quam antea iudei non habuerunt. (G. Llompart y J. Riera i Sans, eds.: «La Historia de Sancta Fide Catholica de Benet Espanyol (1548): la primera història dels jueus de la Ciutat de Mallorca», Fontes Rerum Balearium, III (1979-1980), pp. 141-194)
En efecto, tal como cuenta Benet Espanyol en su Historia de Sancta Fide Catholica (1548), fueron nada menos que unos sabios rabinos huidos de Jerusalén en tiempo del emperador Adriano quienes llevaron consigo de una punta a otra del Mediterráneo, hasta su destino final en Palma, un reloj. Se refiere en concreto al reloj que por los años en que el autor escribe estas líneas estaba en lo alto de la Torre de las Horas, erigida al lado de la capilla de la Victoria del desaparecido convento e iglesia de los dominicos. El convento se había levantado en el lugar de unos terrenos y edificios otorgados a los judíos en 1231 por Jaime I y acabó irracional y velozmente derruido en 1837, solo unos días antes de que llegara una orden de Madrid que hubiera evitado su demolición. La Torre de las Horas aguantó en pie algunos años más, pero su mal estado aconsejó el derribo en 1847, y la colocación de la vieja campana, al año siguiente, junto con un nuevo reloj que lleva la fecha de 1849, en el edificio del ayuntamiento —pero en realidad el aparato actual es de 1862, pues pronto hubo que cambiarlo por otro construido en París con tan buena mecánica que dura hasta hoy—.

clic para ver los detalles de la manzana con la Torre de las Horas al norte de Santo Domingo– María Barceló acaba de publicar en el Bolletí de la Societat Arqueològica Lul·liana (núm. 68, 2012, 27-33) un artículo donde repasa las vicisitudes del reloj y la Torre de las Horas de Palma durante la Edad Media: «Notes sobre la Torre de les Hores i el rellotge de la Ciutat de Mallorca».

Del legendario reloj de los rabinos nada más sabemos, pero lo cierto es que desde 1385 o 1386 un reloj con una sonora campana toca todas las horas del día y de la noche (y los cuartos y las medias) en la parte alta de la ciudad. Como la campana fue fundida inicialmente por un platero llamado Pere Figuera, y luego otro Bartomeu Figuera se encargó del reloj desde 1512 —y aun legaría el oficio a su hijo—, hoy sigue siendo conocida por todos como «En Figuera». En 1680 se resquebrajó y hubo que refundirla: esta es la que podemos escuchar desde entonces. Ahora se ocupa del reloj y del toque de las horas el maestro Pere Caminals, nieto de una hermana de nuestra abuela paterna, y bisnieto, nieto e hijo de relojeros de Palma.


14 agosto, 2013

Su Emblemática Majestad



Después de unas cuantas peripecias con el correo postal, nos ha llegado al fin, desde las prensas de Palgrave-Macmillan, la preciosa edición de un conjunto de estudios alrededor de la figura simbólica de la reina en la Edad Moderna. El libro, The Emblematic Queen. Extra-Literary Representations of Early Modern Queenship, se debe al empeño de Debra Barrett-Graves (California State University, East Bay, EEUU), quien desde el inicio del proyecto ha cuidado absolutamente todos los detalles para alcanzar tan buen fin. Con estas palabras presenta ella la obra:

The lives and literary afterlives of queens consort and regnant were of considerable interest for their early modern contemporaries. References to these women appeared frequently as what have been referred to as 'extra-literary' emblematics, including paintings, jewelry, miniature portraits, carvings, placards, masques, and funerary monuments. Objects such as these were also represented through intertextual allusions in emblematic miscellany collections, mythographic works, and other prominent source materials of the time. Studied together, these ubiquitous aspects of material culture offer genuinely new avenues to understanding how early modern queens negotiated their political power within male-dominated societies. The interdisciplinary analyses gathered here range across art, literature, history, and cultural studies to illustrate just how pervasive emblematic references were in both material culture and the development of unique identities. (Debra Barrett-Graves)

Las vidas y la posteridad literaria de las reinas consortes y regentes fueron de considerable interés para sus contemporáneos, a inicios de la edad moderna. Referencias a estas mujeres aparecen con frecuencia en lo que se ha denominado la emblemática 'extra literaria', que incluye pinturas, joyería, retratos en miniatura, tallas, carteles, máscaras y monumentos fúnebres. Objetos de este tipo se representan asimismo mediante alusiones intertextuales en las colecciones misceláneas de emblemática, las mitografías y en otras destacadas fuentes materiales de la época. Estudiados de manera conjunta, todos estos aspectos ubicuos de la cultura material abren auténticas nuevas avenidas para entender cómo las reinas de la primera Edad Moderna manejaban su poder político en unas sociedades de dominio masculino. Los análisis interdisciplinarios aquí reunidos abarcan el arte, la literatura, la historia y los estudios culturales para ilustrar cómo las penetrantes referencias emblemáticas invadían tanto la cultura material como el desarrollo de unas identidades únicas. (Debra Barrett-Graves)

Añadimos los comentarios que han dedicado al libro los profesores Michael Bath y Donald Stump.

Hereditary monarchies have always depended for their very survival on interdynastic marriages and fertile queens, yet the ambiguities of their power and status as women have often been obscured in their historical profiles. As the Renaissance emblem came to play such a central role in symbolic representations of royalty, however, we can now witness those ambiguities and difficulties in the emblematic representation of royal spouses of the early modern period that are explored in the revealing studies that make up this volume. (Michael Bath, Senior Research Fellow, University of Glasgow, UK and author of Emblems for a Queen: The Needlework of Mary Queen of Scots)

Las monarquías hereditarias siempre han dependido para su mera supervivencia de los matrimonios interdinásticos y de las reinas fértiles; con todo, las ambigüedades de su poder y de su estatus como mujeres se ha oscurecido a menudo en sus perfiles históricos. Sin embargo, al venir el emblema renacentista a desempeñar un papel tan central en las representaciones simbólicas de la monarquía podemos ahora atisbar aquellas ambigüedades y dificultades en la representación emblemática de las esposas reales de la primera edad moderna, tal como estudian los reveladores trabajos que componen este volumen. (Michael Bath, Senior Research Fellow, University of Glasgow, UK y autor de Emblems for a Queen: The Needlework of Mary Queen of Scots)

The essays in this volume shine fascinating light on material objects bearing the symbolic images by which Renaissance queens pressed their claims to authority and sought to preserve their fame. In exploring the many interpretive possibilities that arise when royal emblems are seen in relation to competing cultural and political forces in the reigns that produced them, the authors show just how fresh the insights can be when history, art history, and cultural studies come together as intimate friends. (Donald Stump, Professor of English, Saint Louis University, co-founder of the Queen Elizabeth I Society and co-editor of Elizabeth I and the 'Sovereign Arts' and The Age of Elizabeth)

Los ensayos de este volumen arrojan una fascinante luz sobre aquellos objetos materiales que contienen  las imágenes simbólicas por las cuales las reinas renacentistas reclamaban sus pretensiones de autoridad y buscaban preservar su fama. Al explorar las múltiples posibilidades interpretativas abiertas al observar los emblemas reales en su relación con las fuerzas que compiten en lo cultural y en lo político, en los reinos que las produjeron, los autores nos muestran hasta qué punto pueden ser estimulantes estas investigaciones cuando la historia, la historia del arte y los estudios culturales se juntan como amigos íntimos. (Donald Stump, Professor of English, Sant Louis University, co-founder of the Queen Elizabeth I Society and co-editor of Elizabeth I and the 'Sovereign Arts' and the Age of Elizabeth)

Sebastián Muñoz: María Luisa de Orleáns en su lecho funerario, c. 1689.
Hispanic Society of America.

John T. Cull y Antonio Bernat Vistarini hemos contribuido con un estudio sobre la malograda María Luisa de Orleáns (1662-1689), esposa de Carlos II y su representación en los emblemas contenidos en las Noticias historiales de la enfermedad, muerte y exequias de la esclarecida reyna de las Españas doña María Luisa de Orleáns (1690).

Sumario:

0. Extra-Literary Emblematics; Debra Barrett-Graves
1. Caterina Cornaro Queen of Cyprus; Liana Cheney Girolami 
2. Bejewled Majesty: Queen Elizabeth I, Precious Stones and Statecraft; Cassandra Auble
3. 'Bear your body more seeming': Open-Kneed Portraits of Elizabeth I; Catherine Loomis
4. Mermaids, Sirens, and Mary Queen of Scots: Icons of Wantonness and Pride; Debra Barrett-Graves
5. Martyrdom and Memory: Elizabeth Curle's Portrait of Mary, Queen of Scots; Marguerite A. Tassi
6. Anne of Denmark and the Court Masque: Displaying and Authoring Queenship; Effie Botonaki
7. 'A Lily Among Thorns': The Emblematic Eclipse of Spain's María Lusa de Orleáns in the Hieroglyphs of her Funeral Exequies; Antonio Bernat Vistarini and John T. Cull
8. Afterward; John Watkins

09 agosto, 2013

Kit de supervivencia



Quien se sienta tentado –después de leer la nota que dedicamos en Poemas del Río Wang a un pequeño error hallado en el próximo libro, aún inédito, de Umberto Eco– a seguir los pasos de Bram Stoker y Drácula por Bistritz y el Paso de Borgo, se encontrará, sin duda, en una situación mucho más ventajosa que la del pobre y desprevenido Jonathan Harker. No solo porque ya conoce con exactitud el tipo de amenaza que le espera, sino porque podrá pertrecharse cómodamente, con un simple clic de ratón, de todo lo necesario para afrontar con éxito cualquiera de aquellas vicisitudes


Los equipos decimonónicos para matar vampiros, preparados para quienes viajaran desde la Costa Este de los Estados Unidos a los Cárpatos transilvanos, se pueden comprar sin más demora en eBay, y hasta en la prestigiosa casa de subastas de Sotheby’s, por entre diez y catorce mil dólares. No es poco dinero, pero el precio de la propia vida es inestimable.



El contenido de estos equipos es complejo y variado, desde los consabidos ajos, el agua bendita, las velas consagradas y el crucifijo para ahuyentar al vampiro, hasta la estaca de madera y el puñal para soluciones más drásticas; y se añaden también otras armas apócrifas, no documentadas en la literatura primera sobre el tema, como pistolas con balas de plata que sabemos que originalmente se usaban contra los licántropos. El rosario desempeña un papel particularmente importante, y ya fue introducido en el arsenal antivampírico del Drácula de Stoker, donde se recomienda su uso en el Hotel Rey de Hungría de Bistritz:

   Unos instantes antes de que saliera, la anciana subió hasta mi cuarto y dijo, con voz nerviosa:
   —¿Tiene que ir? ¡Oh!, joven señor, ¿tiene que ir?
   Estaba en tal estado de excitación que pareció haber perdido la noción del poco alemán que sabía, y lo mezcló todo con otro idioma del cual yo no entendí ni una palabra. Apenas comprendí algo haciéndole numerosas preguntas. Cuando le dije que me tenía que ir inmediatamente, y que estaba comprometido en negocios importantes, preguntó otra vez:
   —¿Sabe usted qué día es hoy?
Le respondí que era el cuatro de mayo. Ella movió la cabeza y habló otra vez:
   —¡Oh, sí! Eso ya lo sé. Eso ya lo sé, pero, ¿sabe usted qué día es hoy?
Al responderle yo que no la entendía, ella continuó:
   —Es la víspera del día de San Jorge. ¿No sabe usted que hoy por la noche, cuando el reloj marque la medianoche, todas las cosas demoníacas del mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a lo que va? 
   Estaba en tal grado de desesperación que traté de calmarla, pero sin efecto. Finalmente, cayó de rodillas y me imploró que no fuera; que por lo menos esperara uno o dos días antes de partir. Todo aquello era bastante ridículo, pero yo no me sentí tranquilo. Sin embargo, tenía un negocio que arreglar y no podía permitir que nada se interpusiera. Por lo tanto traté de levantarla, y le dije, tan seriamente como pude, que le agradecía, pero que mi deber era imperativo y yo tenía que partir. Entonces ella se levantó y secó sus ojos, y tomando un crucifijo de su cuello me lo ofreció. Yo no sabía qué hacer, pues como fiel de la Iglesia Anglicana, me he acostumbrado a ver semejantes cosas como símbolos de idolatría, y sin embargo, me pareció descortés rechazárselo a una anciana con tan buenos propósitos y en tal estado mental. Supongo que ella pudo leer la duda en mi rostro, pues me puso el rosario alrededor del cuello, y dijo: «Por amor a su madre», y luego salió del cuarto.


Es sorprendente no encontrar aquí ningún espejo, la herramienta declaradamente más segura para reconocer a un vampiro cuando adopta apariencia humana.

   Dormí sólo unas cuantas horas al ir a la cama, y sintiendo que no podía dormir más, me levanté. Colgué mi espejo de afeitar en la ventana y apenas estaba comenzando a afeitarme. De pronto, sentí una mano sobre mi hombro, y escuché la voz del conde diciéndome: «Buenos días.» Me sobresaltó, pues me maravilló que no lo hubiera visto, ya que la imagen del espejo cubría la totalidad del cuarto detrás de mí. Debido al sobresalto me corté ligeramente, pero de momento no lo noté. Habiendo contestado al saludo del conde, me volví al espejo para ver cómo me había equivocado. Esta vez no podía haber ningún error, pues el hombre estaba cerca de mí y yo podía verlo por sobre mi hombro ¡pero no había ninguna imagen de él en el espejo! Todo el cuarto detrás de mí estaba reflejado, pero no había en él señal de ningún hombre, a excepción de mí mismo. Esto era sorprendente, y, sumado a la gran cantidad de cosas raras que ya habían sucedido, comenzó a incrementar ese vago sentimiento de inquietud que siempre tengo cuando el conde está cerca. Pero en ese instante vi que la herida había sangrado ligeramente y que un hilillo de sangre bajaba por mi mentón. Deposité la navaja de afeitar, y al hacerlo me di media vuelta buscando un emplasto adhesivo. Cuando el conde vio mi cara, sus ojos relumbraron con una especie de furia demoníaca, y repentinamente se lanzó sobre mi garganta. Yo retrocedí y su mano tocó la cadena del rosario que sostenía el crucifijo. Hizo un cambio instantáneo en él, pues la furia le pasó tan rápidamente que apenas podía yo creer que jamás la hubiera sentido.
   —Tenga cuidado —dijo él—, tenga cuidado de no cortarse. Es más peligroso de lo que usted cree en este país —añadió, tomando el espejo de afeitar—. Y esta maldita cosa es la que ha hecho el follón. Es una burbuja podrida de la vanidad del hombre. ¡Lejos con ella! Al decir esto abrió la pesada ventana y con un tirón de su horrible mano lanzó por ella el espejo, que se hizo añicos en las piedras del patio interior situado en el fondo.


Nos preguntamos de qué período son estos kits. La mayoría están fechados entre 1840 y 1850 en eBay, pero una entrada de BS Historian explica que esto es absolutamente imposible. El blog MondoSkepto citado por BS Historian –y por desgracia desaparecido– publicó un análisis detallado del contenido y destacó que muchos de sus componentes no podían ser anteriores al inicio del s. XX; es decir, consecuencia de la locura desatada por la publicación de la novela de Bram Stoker (1897). Por supuesto, cualquiera de estos maletines es hoy una verdadera pieza de coleccionista, pero cuando se crearon fue necesario añadirles unas cuantas décadas de antigüedad para que fueran más verosímiles.


Y la vampiromanía, obviamente, no ha muerto. En 2005 un tal Michael de Winter se enorgullecía de haber sido él el primero, en 1970, en preparar equipos tales, cosa que acabamos de ver que no es cierta y que, aún peor, es desmentida por la existencia de otros kits preparados en los años 50. Es plausible, eso sí, que de Winter haya preparado el frontispicio de un libro inexistente con el que, desde entonces, se atribuye a las instrucciones del imaginario profesor Ernst Blomberg, su supuesto autor, la fabricación de un buen número de kits presentes en el mercado. Y la industria, como se puede comprobar en unos casos y sospechar en otros, sigue siendo bien lucrativa.


07 agosto, 2013

Nombres de Simferopol



Simferopol –Συμφερόπολις– significa en griego «la ciudad del bien común». Curiosamente, recibió este hermoso nombre en griego antiguo solo en 1784, cuando el kanato tártaro de Crimea fue anexionado por Rusia y a causa, sin duda, de haber sido declarada la ciudad centro administrativo de la región de Crimea –o más bien de Tauris, pues por entonces los nombres tártaros repugnaban y los griegos seducían–. Sus residentes tártaros la llamaban Aqmescit, la Mezquita Blanca, pero tampoco este fue su nombre original. Ya los escitas, que convivían en provechosa simbiosis a lo largo de la costa norte del Mar Negro con los griegos, habían establecido aquí una ciudad. De ella solo conocemos el nombre griego: Neápolis. Además tuvo sus nombres armenio y judío caraíta; y hasta los nazis le adjudicaron en 1941 un nombre gótico oficial: Gotenburg, aunque el reino de la Crimea gótica medieval, que se mantuvo desde el siglo cuarto hasta la invasión turca a fines del s. XV –y cuya lengua, aún hablada en el siglo XVIII, fue registrada en Estambul por el mismo enviado vienés Busbecq a quien agradecemos la corona imperial y otras plantas exóticas– no tuvo la misma duración. En comparación con los mil años de aquel reino epónimo, este nuevo nombre oficial solo fue utilizado durante el breve período de tres años.

De manera similar a los nombres, las capas de la historia se pliegan una sobre otra en la ciudad. Los rótulos de las calles guardan todas las versiones de los nombres para que cada uno elija el que mejor le vaya; y ni siquiera queda claro cuál es el antiguo y cuál el moderno. La columna erigida al general Dolgoruki, conquistador de Simferopol en 1771, se encuentra junto a la catedral Alexander Nevsky, por cuyas formas neoclásicas nadie diría que acaba de ser reconstruida: la original fue volada en 1930 y hasta el 2003 el Tanque de la Victoria permaneció en ese lugar. En la céntrica plaza de Lenin su estatua sigue en pie, pero el vacío edificio administrativo y cultural de estilo estalinista se va arruinando a su lado; y justo a su espalda empieza el antiguo barrio industrial, hoy degradado y convertido en distrito marginal.


Avanzando al norte por la calle Karaim, pongo a prueba el poder de los nombres para preservar la memoria. Justo en la primera esquina veo algunos arcos muy antiguos, incongruentes con el barrio industrial. Son arcos característicos de los pórticos de las sinagogas caraítas tradicionales, las kenasas (sobre el caraísmo y sus kenasas pronto añadiremos algo). El pórtico pudo haber sido tapiado en 1891-1896, cuando construyeron al lado una nueva kenasa más grande que, rompiendo con la tradición, fue diseñada en un estilo «europeo» de sinagoga oriental.



«Buenos días», le digo al portero. «Estoy sacando fotografías de las antiguas sinagogas, ¿puedo pasar a hacer algunas fotos?» «Pero esto no es una sinagoga», exclama asombrado; y como prueba señala a la fachada, donde a la estrella del frontón, debo admitirlo, le falta una punta.


La kenasa se ​​clausuró el 5 de marzo de 1930, y en 1936 fue cedida a la Radio (luego Radio y Televisión) de Crimea para convertirla en su estudio. Sigue siendo su sede hasta hoy, con una breve interrupción entre 1941 y 1944 cuando el ejército alemán la utilizó como establo. La comunidad caraíta ahora reclama su devolución y ha logrado que el año pasado, el 7 de octubre, en la Fiesta de los Tabernáculos se pudiera oficiar otra vez después de 82 años en la planta superior del edificio.


Hago una pequeña prueba. Voy rodeando la manzana del edificio en busca del mejor ángulo para la foto y en cada patio pregunto a quienes encuentro si saben de una antigua sinagoga que hubo por aquí. Nadie sabe nada.


A la vuelta de la esquina la calle cambia su nombre por el de Cáucaso. A primera vista, sólo la torre de la mezquita de los tártaros se distingue por detrás del solar vacío, pero mirando con más cuidado encontramos otro de los monumentos destruidos, al que se refiere el nombre de la calle. Está también a la espera de reconstrucción. Un khachkar, una cruz armenia enviada desde Yerevan, y una inscripción nos indican que, al menos, esta es la intención de la comunidad en el lugar dejado por la antigua iglesia armenia. Y también revela que debe haber un número suficiente de armenios en la ciudad para tomarse el propósito en serio.


«En este histórico lugar revivirá la Iglesia de la Dormición de la Santa Madre de Dios
de la Iglesia Apostólica Armenia»

Un poco más abajo, un campanario moderno diseñado con poco éxito atrae nuestra atención. Según su inscripción fue erigido en memoria de san Lucas, confesor y arzobispo de Crimea (1877-1961). El arzobispo fue un médico de éxito, hijo de una familia noble, que en 1923 fue ordenado sacerdote en secreto y más tarde obispo; por lo tanto, su vida fue una constante persecución por parte de las autoridades. El campanario se levantó en 2001 en el lugar de la Capilla de la Anunciación, donde el arzobispo Lucas rezaría hasta su muerte. Fue demolida en la década de 1960.



La calle a la derecha, pasado el campanario, fue originalmente conocida como la calle Tártara. Sólo en la década de 1930 se rebautizó en honor del revolucionario ruso V. Volodarsky, cuyo nombre original, por cierto, también era otro: Moisei Markovich Goldstein. Aquí, en 1508 Mengli Giray Khan, quien consolidó el kanato de Crimea, construyó la Mezquita Blanca, que dio a Simferopol su primer nombre registrado. En 1907 la mezquita fue reconstruida en un claro estilo turco, siguiendo así el gusto de los influyentes centros religiosos y culturales extranjeros de la misma manera como ocurrió con la sinagoga. Tenemos estas dos postales de aquellos años que atestiguan cómo era y cómo se transformó.


«En la ciudad hay 1800 casas, incluyendo muchas de dos y tres pisos, buen número de tiendas, cuatro caravasares, cinco mezquitas…» (Evlia Chelebi, 1666)


La metamorfosis de la mezquita siguió progresando. En la década de 1930 fue cerrada, y después de la deportación de los tártaros de Crimea en 1944 comenzó a decaer. Estaba casi completamente en ruinas hacia 1991 cuando los tártaros repatriados volvieron a ocuparse de ella. Hoy luce en todo su esplendor original –aunque no haya podido recuperar el antiguo jardín ornamental–, y al ser la sede del muftí de Crimea es considerada como el centro religioso de los tártaros de la Península.


El recuerdo de los antiguos lugares se conserva en los nombres. También en la memoria colectiva de las comunidades que después de una destrucción, con gran esfuerzo, consiguen recuperarlos. Es un rayo de esperanza para que Simferopol vuelva a ser la ciudad del bien común.